La Tumba Vacía
La Sombra vigila la tumba vacía. Claramente algo falta. Claramente algo de ahí escapó. La Sombra vigila un hueco en el espacio, un algoritmo contracto, que en datos ahora marca solo uno, cuando solía marcar dos. La tumba vacía es un instante indeciso, es la última bocanada de aire previa al zambullón. La tumba vacía está adornada con seda, con rasgadas telas y olor a opresión. Opresión de pensamientos perversos e intenciones en conjunción, de cuerpos entre lienzos salvajes y guerras fugaces que no dejan lesión. La Sombra vigila la tumba vacía, la tuya, la mía, la tuya, la mía… ¿La tuya o la mía? ¿Qué no era mía la tuya y tuya la mía? Propietario A o B, la tumba es tumba, y está vacía.
La Sombra vigila un hueco que funciona como vestigio de una huida, una covacha de trapos revueltos, aromas siniestros y fantasmas descontentos. El espacio entre los espacios, la guarida de la unión que terminó por ser la perdición. No es un refugio, no es un santuario que sabía guardar los cuerpos, dejó de ser un lugar sagrado. La Sombra esta ciega, se coló de todo por las rejas, pero lo más importante escapó. ¿Dónde están los cuerpos? ¿Quién se los llevó? ¿Qué clase de unión hay sin los cuerpos? ¿Qué clase de cuerpos somos sin unión? Reinterpreto, quizá los cuerpos son, estamos en la tumba, pero somos y estamos tan vacíos que por un vacío se nos confundió. La Sombra abandonó su puesto, confiando que ya no había nada que hacer por los restos. Ahí quedó lo que restaba de nuestra unión, lo que restaba de nosotros dos.
La Sombra vigilaba una tumba vacía. Desde su posición no pudo apreciar, la puerta estaba abierta, no quedaba nada ahí. Todo había huido, todo por las grietas se supo escapar. Las lápidas plantadas se partieron de espanto cuando nos vieron romper los votos que juramos tanto. Tras el tornado que azotó el nicho solo se pudieron encontrar restos malignos, recuerdos de traiciones, malos nombres, mentiras y falsas planificaciones. La tumba es el depósito de una maquina que fue creada para fallar. Todo era un espectáculo y, justo cuando estaba en la cuerda floja, se te ocurrió bajar y la red cortar. Librado a la suerte el destino colapsó y se tiró al mar, sin salvavidas y sin saber nadar. Ahí nos vimos, peleándole a una corriente que corría río abajo y con electricidad.
Hay una tumba vacía, averiada, descuidada. Alguien la solía guardar. Alguien siempre estaba ahí para mirar que nada escapara, que todo funcionara. ¿A dónde habrá ido el guardián? La naturaleza avanza, se la empieza a apoderar. Los rastros de las flores, los pétalos marchitos que perdieron sus colores, son solo un recuerdo hecho cenizas en el fondo de la lata que las supo sostener. Una lata parecida a la memoria. Una lata con forma de historia, de sacrificio y agonía, de tristeza y alegría. Todo hecho humo camina libre por el cielo, rastros de una pira funeraria que nunca existió. Solamente el intento falló. No hay necesidad de disfrazar lo que no pasó. La maleza se apoderó del lugar. Hoy no es nada más que otro espacio, donde no quedó ni una sombra, ni un reflejo, ni un sonido, ni un viento que pueda contar lo que alguna vez ahí sucedió.
Había una tumba.